domingo, 16 de agosto de 2015

Los chibolos ya no ven dibujos en 2d


Yo mido poco más de 1.70. Ella, de quien te voy a contar, mucho más que eso. 1.85 calculo, aunque nunca he sido bueno midiendo al ojo. No se lo pregunté directamente: Ella me preguntó cuánto medía, le dije mi talla, le pregunté la suya y ella sólo me respondió: "Soy más alta que tú".
-¿No hay problema con eso?- escribí.
-¿Por qué lo habría? - me preguntó.
Le respondí:
-Por lo general a las mujeres no les interesan los hombres más bajos que ellas.
Ella se rió.
-No hay problema- continuó -además sólo estamos conversando.
Y seguimos conversando normalmente, lo que me hizo pensar que sólo era un poco más alta que yo, 1.80 a lo mucho.
Igualmente antes no le había insistido con el tema de la edad, aunque en ese caso tuve una idea más clara: Le dije que tenía 22 años y ella me dijo que más o menos el doble.
A partir de ese momento me llamaría "bebé" (o sea "hola, bebe", "chau, bebé", "¿qué tal, bebé?", etc.). Yo la llamaba por su nombre, del cual sinceramente ya no me acuerdo. ¿Me hace ese olvido una mala persona después de “lo nuestro”? Sólo recuerdo su nikname: “Estrella Fugaz”.
Así que Estrella me doblaba la edad y, exagerando, la talla, que pienso era lo más llamativo. Lo fue para mí el día que nos conocimos en persona: Yo era un “umpa lumpa” a su costado, y eso que ella estaba con zapatos planos. "Sólo uso tacos en el extranjero. Acá, en el Perú, hay puros chatos... Sin ofender" me dijo riéndose. (Era costumbre en ella decir algo aparentemente ofensivo y luego, "sin ofender" entre risas). Pero no sólo su talla la hacía más grande que yo sino también el hecho de que fuera una mujer robusta mientras que yo un escuálido enclenque. Aunque su "robustez", eso sí, estaba bien distribuida: Quedé impactado pero complacido a la vez con lo que vi. Claro que ya tenía una idea por las fotos que previamente habíamos intercambiado, pero sabes muy bien que la impresión que realmente vale se da en persona y no por fotografías.
No sé cuál habrá sido su primera impresión al verme, y no importa. El ASUNTO es que a los dos meses, en nuestra segunda salida, ella ya me estaba masajeando el pene en un cine...
Eso fue una revelación abrupta, y un salto también abrupto en el tiempo, lo sé, pero es que no hay mucho que contar del primer encuentro y de los dos meses que le siguieron: Fuimos a una trattoria. Sabíamos el uno del otro de que yo era un universitario misio, y ella una rankeada secretaria en un estudio de abogados, así que sin roche ni preguntas ella me invitó la cena. Luego continuamos con nuestras conversaciones por chat, yo desde mi habitación en la casa de mi familia, y ella desde su habitación en la casa de no sé quién exactamente, pero vivía con su mamá, aunque por lo que me contaba era la mamá quien vivía con la hija, y no necesariamente en buenos términos. Vivían solas. Estrella nunca se había casado ni tenido hijos y nunca le pregunté la razón, en parte porque no me quería pasar de chismoso, y en parte también porque, por su forma de ser, creía saber cuál iba a ser su respuesta: "Hubieran sido un estorbo". Así que solteros y sin compromisos ni estorbos, teníamos nuestros cuartos para nosotros solos, con computadora, internet y cámara web; no tardamos en sacarle provecho a todo eso.
Luego de muchas calateadas y pajeadas por webcam, cuando finalmente nuestros horarios nos permitieron acordar una segunda salida, esta vez al cine, sabíamos de antemano, sin proponérnoslo explícitamente, que algo iba a pasar durante la película; y más o menos lo confirmamos cuando por inercia nos sentamos al fondo, en una esquina de la sala.
Por eso los primeros besos no me sorprendieron. Su mano hurgando debajo de mi calzoncillo, sí. No me lo esperaba, tanto que me preocupé de que alguien nos viera, pero su cuerpo, yo estando hacia la pared y ella a mi izquierda, nos cubría bien.
Aunque no fue una sorpresa necesariamente buena porque con su mano, que envolvía mi pene en su totalidad, más que masajearlo, lo que hacía era estrujarlo y jalarlo como si me lo quisiera arrancar del cuerpo.
-No seas tan tosca- le dije.
-Perdón, bebé. Es que estoy acostumbrada a hombres grandes... Sin ofender- Se rió y bajó la intensidad.
Pude ofenderme con su comentario pero preferí agarrarle una teta debajo de su blusa, introduciendo mi mano izquierda por su manga derecha; una manga corta y amplia.
A la salida del cine le propuse ir a un hotel. No era la primera vez que se lo proponía. Por el chat ella siempre se había negado con la misma respuesta:
-Ya veremos, bebé.
Esta vez se negó de otra forma.
-Bebé, si tiro contigo, te traumo.
No suelo insistir pero “la leche se me salía por las orejas”, así que lo hice un par de veces más.
-Bebé, ya no insistas- me dijo.
-¿Pero seguiremos viniendo al cine a manosearnos, al menos?- le dije.
-Claro- me respondió.
-Entonces ¡trato hecho! Ya no te joderé con lo del hotel- le dije y estrechamos las manos.
Y es que el ASUNTO, nuestro ASUNTO, “lo nuestro” era eso: ir al cine a manosearnos, cada dos o tres meses en el año y medio que estuvimos en contacto, hasta que se enfriaron las cosas y “x” circunstancias me obligaron a cambiar de correo.
Para la tercera salida fuimos a un cine de San Borja, a una función de matiné se podría decir. Llegamos temprano, no había nadie en la sala, las luces estaban prendidas y nos sentamos al medio de la última fila, y seguimos conversando. Al rato comenzaron a llegar niños pequeños con sus padres y todos se sentaban en la primera o segunda fila. Para cuando se apagaron las luces e iniciaron los avances creo que había 10 o más de ellos; y entre ese grupo y nosotros había muchas filas vacías, las suficientes para que Estrella y yo nos sintiéramos aislados y desapercibidos al fondo. Igual esperamos a que pasara por lo menos media hora de película para estar completamente seguros de que nadie vendría a sentarse cerca de nosotros. Nadie lo hizo. Los chibolos estaban atentos a su película, los papás a sus hijos, así que Estrella y ello empezamos con los besos y manoseos previos; previos al objetivo de esa tercera salida.
-¿Listo?- me preguntó ella.
-Listo- le respondí.
-Me avisas si alguien se acerca- me dijo reclinándose.
Y me la empezó a chupar.
Acepto que primero me distrajo su flexibilidad: Teniendo en cuenta su talla y contextura fue sorprendente verla reclinarse así y desaparecer sin problemas de la vista de cualquier posible “sapo”. Pero eso era lo de menos, obviamente, así que dejé de pensar en ello y me concentré en la situación. ¡Qué delicia! Lo estaba disfrutando y, mejor aún, en partida doble, como se dice, porque no sólo tenía mi pene en su boca, sino que también todo estaba saliendo como lo habíamos planeado.
Horas antes, no recuerdo cómo ni porqué, estábamos chateando sanamente sobre frutas. Le pregunté:
-¿Has probado mamey?
Burdo, simplón, ordinario... júzgame lo que quieras pero ella me siguió la corriente. Pasa que me aburre hablar sanamente de cualquier cosa y ya quería “des-aburrir” la conversación, esa era mi única intención; no tenía idea de cómo evolucionarían las cosas: Ella me dijo que hacía tiempo no probaba un buen mamey, yo le dije que la podría ayudar con ello, bla bla bla, doble sentido, bla bla bla, ¿algo qué hacer en la tarde?, nos preguntamos, ninguno tenía nada que hacer, entonces de acuerdo: "mamey", pero, y ahora, ¿dónde?
Le propuse un hotel no porque me hubiera olvidado de nuestro trato sino porque me parecía lo más lógico.
-Vamos a un sitio más interesante- me dijo ella -¿alguna vez te la han chupado en un cine, bebé?
-Nunca- le dije, y era cierto.
-Pues yo sí lo hecho y no sabes lo emocionante y excitante que puede ser- me dijo.
-¿Un cine? ¿Pero qué cine? Tendría que ser uno caleta donde vaya poca gente- le dije.
-Yo conozco uno así- me dijo -Queda en San Borja. No va mucha gente. Es casi un cine de barrio. Bueno, multicine, pero ninguno de los grandes.
Me puse a revisar la cartelera de ese cine buscando, para asegurarnos más, una película monse a la que posiblemente vaya poquísima gente. Encontré una que me pareció cumplía ese requisito y se lo comenté.
-Pero es una película para niños. Estás loco- me dijo.
-Lo sé- le dije -pero no es una película ni de Disney, ni de Pixar, ni de ningún estudio conocido. Y para colmo es en 2d. Los chibolos ya no ven dibujos en 2d en estos días. Y es la función más temprana. No va a ir nadie.
Ella dudó. Yo agregué.
-Es nuestra mejor opción.
Nos la jugamos: era una apuesta arriesgada, obvio, pero estábamos ganando.
(No sé si el día de hoy se podría hacer lo mismo, o sea manosearse así en un cine. ¿Hay cámaras de seguridad en las salas? Ahora que parecen estar en todas partes, a diferencia de esa época.)
Decía que todo iba como lo habíamos planeado, pero se nos había olvidado aclarar algo. Se lo tuve que preguntar en el momento.
-Me puedo venir en tu boca.
Ella se levantó pero su mano no soltó mi pene.
-¿Ya vas a acabar, bebé?- me preguntó.
-Sí. Ya me falta poco- le respondí.
-Pues no te vas a venir- me dijo ella con malicia.
-¿Ah?- repuse.
-He dicho que no te vas a venir- repitió, seria, casi molesta.
Nos miramos fijamente. Su mano se movía cada vez más rápido. Ninguno parpadeaba hasta que sentí lo inminente y cerré los ojos. A la vez ella detuvo su mano y presionó mi pene con todas sus fuerzas. Empecé a sentir los espasmos, intensos, placenteros, dolorosos. No eyaculé, fue un orgasmo “seco”.
Cuando abrí los ojos ella me sonreía.
-Te dije que no te ibas a venir, bebé.
Ya no tenía sentido seguir en esa sala así que nos fuimos. Salí casi cojeando y con el pene entumecido. Afuera aún era de día.

***
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...